lunes, 30 de octubre de 2023

El abrecartas

 




INSTRUCCIONES DE CÓMO MATAR A UN SEÑOR DE LAS MOSCAS

Los señores de las moscas son especies invasoras, parásitas. Sobrevuelan la obscenidad, cometen atrocidades; comen la carne de los inocentes en estado de descomposición. Como tórsalo, se adueñan de varios huéspedes y se alimentan de la energía de otras especies, crean dinero fiduciario a costa del sudor de otros. 
Una vez detectado al señor de las moscas, hay que asegurarse de que ha cometido numerosas transgresiones. Las pruebas de los delitos ayudarán a no equivocarnos; al fin y al cabo vamos a asesinarle y debemos estar completamente seguros.
Ya identificada la situación en la que nos encontramos se procede a indagar en la documentación con el fin de encontrar indicios de malversación de fondos, extorsión y estafa, también es importante hallar cualquier archivo que determine su condición. Para esta tarea es mejor contar con un informático (si es jáquer, mejor) ya que a estos tipos les encanta encriptar archivos. Insisto: hay que ser meticuloso y tener bastante sangre fría pues nos podemos esperar cualquier cosa.  La información que puede manejar un señor de las moscas no es fácil de digerir para una mente sana. Aviso.
Es posible que a estas alturas nos ponga un detective privado. Él sabe que hemos estado husmeando en su ordenador. Tenemos dos opciones: eliminar al detective o seducirle. Es preferible hacer lo segundo. Si no hay posibilidades de seducción, hay  que eliminarlo.
Después de mostrar al detective todas las pruebas de su cliente, se le puede convencer para atraerle a nuestro terreno. No es difícil, suelen ser personas solitarias y es cuestión de poseer un amplio conocimiento de la condición humana. 
Finalizadas las pesquisas oportunas y el acuerdo con el detective, toca esperar. Hay que dejar un largo espacio de tiempo para que el señor de las moscas no sospeche. El mejor momento para llevar a cabo el cometido es cuando el tábano está sumergido en alcohol (les pirra el Chardonnay). A continuación, elegiremos el puñal más hermoso, exótico, al ser posible con pedrería incrustada en el mango y ya, desprovisto de conciencia, procedemos al apuñalamiento. Para ello, opto por el bonito abrecartas que llevo afilando durante meses...
Hay que rematarlo, no deseamos que su cuerpo mantenga un atisbo de vida. Una vez muerto, se guarda en el sótano, se entierra el cadáver con la ropa de temporadas pasadas, no sin antes, limpiar el rastro de sangre. Durante este último paso recomiendo tener mucho cuidado: la sangre, en la tapicería del sofá, se quita fatal. 




lunes, 18 de octubre de 2021

7


  
 
Desde la bóveda terrestre,
Él observa:

A hombres sometidos

mujeres indolentes; 

Todos pecadores.

Hornacinas y círculos.

Varón de dolores.


El juicio, la gloria,

la muerte, el infierno,

el búho omnipresente,

verdugo visual...

Penitente.


¡Rueda, rueda... Ruleta irisada!

La burla, el descaro, 

la avaricia, la gula,

la pereza y la desgana,

la envidia y el orgullo;

variables dispersas

en subgrupos infinitos.

Rueda truncada.


Imágenes impactantes

de espadas y lamentos,

iras y sarmientos

de forma extraña, dispuestos.


Bienvenida la lujuria

de juglares y bufones

en banquete de glotones.

Juicios y sobornos,

eclesiásticos perezosos,

campesinos borrachos

y señores feudales, envidiosos.

Espejo y demonio, 

en el interminable infierno,

de fuego, de carbón 

y de savia carmesí,

de todos, el más tenebroso

en la mente de El Bosco.

Amantes acechantes

arpas abandonadas a su suerte

puntas afiladas, desenvainadas;

Bastones y taburetes por el suelo.


                                            ¿En el suelo?

                                                    —En el suelo.

Sombrero colgante
atravesado por la flecha.

Personajes deformes

animales irreales

en la cabeza del maestro. 


En el final de los días, 

todos serán juzgados

por los pecados cometidos,

condenados a castigos

que huelen a sangre...

Exiliados, aislados y divididos

por obra divina,

de la magia cósmica,

el pincel y el artista.

Mujeres y hombres

inmersos en un  terrible juego

tan ancestral como el miedo,

en el que participan sin saberlo.

La gloria espera a los salvados

por sus buenas acciones, auspiciados

y en ocasiones, tentados

por los incesantes demonios de la cotidianidad.


Cristo redentor

de pecados, limpiador;

de todo, observador.

Ojo de Dios

pupila divina

el pintor con su pericia

conduce a los personajes

a su correspondiente postrimería. 


miércoles, 19 de mayo de 2021

THANATOS




11 de febrero de 1963

Es la hora. Limpia tu hogar y ordena la cabeza, quizás hoy te reúnas con alguien muy especial al que añoras tanto. 

El barco de la botella ha zarpado, puedo ver agua dentro de él. 
Esta vez no será un simulacro de piernas ensangrentadas, ni de pastillas en el estómago, tampoco estarás en el coche. No será necesario luchar por tu insomnio y la pérdida. Es el momento de liberarse.
Sella la cocina con lo que encuentres: cintas, paños y toallas. 

Aún son las cuatro de la madrugada...no te queda demasiado tiempo... Un beso a Nicholas y un suave abrazo a Frieda. Aún percibes el frío de la noche que cala la medula espinal y las sinapsis. 

Tapa a los niños con gruesas mantas. Sabes que no es suficiente, que nunca fuiste suficiente. Enciende el gas y pon tu cabeza en el horno. Deja un bonito cadáver.

¿No es hermoso?

El búho ya no apretará más tu corazón, y la bisectriz del estómago desaparece. No has gritado. Te alejas suave y sin ruido. Se terminan las expectativas, das por finiquitadas las ansias de admiración propia y ajena, fulminas con tu ausencia tu incompatibilidad con el mundo. 

Aún tu alma revolotea por la cocina, mientras la enfermera no da crédito a lo que observa. Ted se arrepiente, se lleva las manos a la cabeza en una décima infinitesimal de segundo. 

¿Puedes ver a los niños a salvo?

El espectro, la presencia  de la muerte nunca fue tan anhelada. 

¿Puedes tocarla? 

La cabeza, el horno, la víctima y el verdugo, todos arremolinados. El fénix no emergió de sus cenizas y tus controladores dejarán de molestarte. Desaparecen los campos de exterminio de tu mente. Sabes que no hay marcha atrás ante tu irrevocable decisión. Tienes lo que siempre quisiste: la paz, el silencio, la lejanía de lo terrenal que se había desbordado en un constante flujo de idas y venidas sin rumbo fijo.
El péndulo de la muerte permanece en tu ser, trascendental te alejaste de lo que te rodeó para no volver jamás.
Siempre viva en tus palabras. La rosa marchita mientras su corazón latía. 

El cuervo sabe que  ya no puede apaciguar tu ropa sobre tu cuerpo de hielo y mármol. Llegas al abismo, tu hogar, mientras dejas atrás tus mejillas cinceladas de basalto. 

Y los ángeles no llorarán por ti.
Porque eres árbol, eres flor, eres piedra, nube y nieve. Todo junto.
Tu ojo cuadrangular de diosecilla vio el amor en los demás y el propio, con la extrañeza de quién no pertenece a este mundo, con la flaqueza de una amapola que nunca se agitó por la brisa.
Sin lágrimas, ni azucenas, nos abandonas. La muerte fue placentera para ti, ante la luna de la madrugada. 
La enfermera no tendrá que cuidarte, ni escucharás el quejido mudo de los niños, agazapados por el hielo de la sombría realidad. 

¿Puedes escucharme?

No existe error o acierto, ni esperanzas en tu ataúd, ni plumas de pavos reales.
Regresas a tu esplendor con tus hojas y tu savia, con tus raíces y frutos. Vuelves a la tierra pero una fuerza descomunal te aleja de ella.
Con todos tus miembros te marchas tal como llegaste, sin equipaje. Ahora los ángeles se ríen de nosotras, oigo sus irónicas carcajadas...  quizás se estén riendo de mí. Saben que no puedo verlos. Lo que si vi es que ellos torcieron el cuello para admirarte,  recompuesta y en otra esfera del mundo que muy pocos comprenden. 
El horno fue tu salvoconducto, las estrellas, la luz que atravesó tus huesos hasta llegar al tuétano y el agujero negro del espacio absorbió lo poco que quedaba de tu ser material.

Acabas de caer en la cuenta de que no puedes verle. El barco se ha secado, se aleja por el espacio y se hunde en medio del vacío hasta desaparecer de mi vista de pájaro interestelar.  La muerte, como la vida, es un sueño, un espejismo.

Palabras de ensordecedora verdad te hicieron compañía en aquella parte equidistante y solitaria del universo.
Porque ya no eres vertical, tampoco horizontal. Eres inmortal.


Eterna, Lady Lazarus.



 



 

martes, 18 de mayo de 2021

Firma

 


El próximo viernes, 21 de mayo a partir de las 17.30 h hasta las 19.30h estaré firmando ejemplares de mis últimas obras, en la Feria del Libro de Vallecas.

Me encantaría que estuvierais allí (pretérito imperfecto).

Tenía que ser imperfecto... tan imperfecto como yo.

Un fuerte abrazo, mis queridos lectores. 

Os quiero.




sábado, 29 de febrero de 2020

Ventana al pasado




Junio del 2000

Querida amiga:

Como verás, no me he olvidado de vos, además prometí escribir.
Apenas llegué a Rawson me puse a ordenar el tremendo lío que tenía por la mudanza que hice antes de viajar a Europa desde Buenos Aires.
Mi nuevo hogar queda en la planta baja de la casa de mi mamá y está quedando muy lindo, es muy grande y me sobra espacio por todos lados. Si bien, me falta mucho por hacer, como por ejemplo, pintar y comprar la heladera ¡Ya estoy viviendo ahí!
A mamá voy a usar la computadora, a lavar la ropa y a buscar mimos maternos...
Al principio me costaba pensar estar en mi departamento, me era raro, parecía que estaba de vacaciones pero no estaba. Para colmo, con mi mamá no tengo dramas, nos llevamos muy bien.
Después de acomodarme, me puse a rehacer mi currículum, ¡hacía tanto que no buscaba trabajo!
La verdad es que tuve suerte, conseguí hacer sociedad con una fisioterapeuta que tiene tres bebés y que a la mañana tiene cerrado el consultorio. Ya nos conocíamos y es muy macanuda (palabra muy argentina que significaría "maja").
Hace una semana salió mi aviso en el diario como profesional y solo atendí a tres pacientes, ¡cuánto trabajo! Al menos ya estoy en las cartillas de las obras sociales.
Acá las cosas son más fáciles que en Buenos Aires, pero de todos modos, es difícil empezar de cero.
Lo más lindo de una ciudad pequeña es que voy a mi casa caminando, almuerzo y puedo pavear (haraganear) hasta las cinco ya que todo cierra. No existe el horario corrido ¿No es genial?
Acá se puede vivir casi sin plata aunque mi mamá, después de todo no paga tan mal... ¡Ja,ja! Ella dice que trabajo muy bien de hija.
En cuanto me pueda hacer de una clientela y juntar algo de plata, seguramente pongo mi consultorio.
Por otro lado, en un Instituto de nivel terciario (universitario pero de menos años y por lo general privado), me llamaron para dar un curso de capacitación sobre física, pero para un nivel de docentes. Esto me gusta porque es como un desafío. Comenzaré en agosto y es hasta noviembre. Estoy entusiasmada.
También me invitaron a dar un seminario sobre Discapacidad Visual (mi especialidad) en el hogar de ancianos de la ciudad, porque justo enganché una serie de charlas que tienen que ver con la tercera edad. Me fue bárbaro.
Bueno, la verdad es que apenas hace dos meses que llegué y me están saliendo bien las cosas. Es el tiempo de sembrar para después cosechar. Hay que tener paciencia.
Me hace muy feliz generar cosas para hacer. Soy consciente de que tengo que empezar de cero, pero de eso se trataba y lo pensé mucho.
Otra cosa importante es que por fin me decidí aprender a conducir. Desde que llegué, mi mamá empezó a hinchar para que averiguara en la autoescuela, pero yo no quería porque me daba vergüenza y miedo. Al final me animé y encima conseguí una escuela vial gratuita en un circuito donde hacen carreras de turismo por carretera. No sé si existe esa especialidad allá, sería algo así como Fórmula 1.
También estoy contenta porque una vieja amiga también se instaló aquí, así que, no estoy sola en esto de poblar La Patagonia. Además ella es médica por lo que nos pasamos datos para ir conociendo el ámbito médico de la ciudad.
Los fines de semana voy a tomar mate a la playa, el asadito de los domingos (costumbre típica argentina), caminar tranquila por las calles, juntar nueces o comprar verdura en la chacra (granja), cuidar a mi ahijada, etc.
Hablando de asaditos... Lamento tener que contar que he engordado un par de kilos, así que me propuse a caminar y a hacer algo de ejercicio. No sé cuánto voy a durar porque ya está haciendo frío. El invierno llegó. Hablo de temperaturas bajo cero, pero por suerte seco y con mucho sol.
Veo por la tele que allá están muertos de calor. La verdad es que no veo la hora de volver a España. Quisiera conocer mejor a mi familia, a la de Barcelona y a la de Madrid. Además me quedaron muchos lugares por conocer.

Ni qué hablar de la envidia que me dio saber que se juntaron para salir. Yo me mando e mails con Samuel y cuando me cuenta cosas... me da muchísima nostalgia.

La verdad ¡Qué bien la pasamos en París y qué grupo humano lindo nos tocó! Me gustó todo y disfruté mucho del viaje... No me canso de mirar las fotos, salieron preciosas. Ya te voy a mandar algunas.
Me pregunto cómo habrá salido la foto que te tomaste con la muerte de Atala.
Sos una dulzura de persona y muy madura para tu edad. Estoy segura de que vas a poder cumplir todos tus sueños, y espero que entre ellos sea visitar mi lugar. Te aseguro que es muy hermoso, diferente a cualquier otro: es salvaje.
Bueno, no me quiero poner nostálgica, te mando un beso grande y saludos a los chicos y a Yanice... Si se vuelven a ver.
Los recuerdo con mucho cariño y me hubiese gustado tener más tiempo para conocerlos mejor y compartir más momentos juntos.
Un fuerte abrazo,

Carla.


Museo del Louvre, Abril del 2000
Cuadro, El entierro de Atala, (detalle), de Anne-Louis Girodet de Roussy-Trioson

domingo, 14 de julio de 2019

¡Zanahoria! (Carrot!)


Llega el verano de manera repentina y como consecuencia, se marchará inexorable de la misma forma. Lo percibo en los amaneceres, en los atardeceres que, silenciosos, vaticinan la futura estación y en un ¡Zas!, estamos programando inconscientes la caída de un otoño entremezclado con el invierno.
El tiempo parece que se me echa encima. Los días se me antojan más cortos y la vida transcurre más deprisa.
De nuevo, me retraso en mis entradas. He tenido mucho trajín hasta la fecha y aprovechando la soledad y cierta lucidez mental, me pongo a escribir unas cuantas letras en torno a una de mis obras favoritas, de la cual mi imaginación se ha alimentado e inspirado desde el mismo día que comencé a ver la serie.

Invierno de 1988

Afuera hace frío, el característico frío seco del sur de Madrid. Mis hermanos trastean por las habitaciones, en casa. Mi madre se dispone a recoger la mesa y mi padre, se marcha a trabajar, sin antes decirme dirigiendo su vista a la tele:
Patricia, te va  a gustar.
Al escucharle, hago ademán de no cambiar de canal.
Después, él mira hacia los lados y se despide con un "hasta luego".
Cierra la puerta sin hacer apenas ruido.
Mi madre se queda en el sillón. Aborta la misión de recoger los platos y los restos de comida y pan desordenados sobre la mesa al ver por televisión la introducción de la serie Ana de las Tejas Verdes.
De repente llega mi hermana, que, muy apegada a mi madre desde el mismo día que nació, se sienta junto a ella.
Quietas, escuchamos el evocador comienzo en el pequeño y abarrotado salón.
A través de la pantalla, vemos una adolescente de cabellos anaranjados. Camina por el bosque, un bosque de...
Mi cabeza me lleva a otra parte.
Alejados del mediodía.
Soy consciente de que tengo tarea retrasada de sociales. Son las vacaciones de Navidad. Ese mismo año nos habíamos mudado.
No tengo amigos.

Las tres seguimos escuchando sin apartar nuestra mirada de la tele. Yo, más consciente después del lapsus mental causado por las preocupaciones cotidianas de una niña de diez años.
En la pantalla, la adolescente que camina por un bosque de olmos y lo que parecen abedules canadienses, está recitando un fragmento de un bonito poema de Tennyson, La Dama de Shalott.

Una blancura que fría se estremece
y una brisa suave y quejumbrosa
recorre esa ola que se mece
y a Camelot desciende temblorosa.
Cuatro murallas grises,
cuatro estandartes,
cuatro torres que esculpen en el cielo
el desgarrado llanto de las flores
y a la dama de Shalott el silencio cubre como un velo.
Luz trémula que bajo el cielo muere
y susurra la dama de Shalott
mientras sus recuerdos teje
en un paño de alegre color.
Ella teje de noche y de día
un mágico paño de alegre color
mientras escucha una voz que le susurra
que sobre ella, caerá una maldición
si mira hacia Camelot.
Ella ignora esa voz maldita
y sigue tejiendo sin cesar
aunque agoniza de dolor.
La Dama de Shalott.

Aún hoy, en mi cabeza resuena: el desgarrado llanto de las flores.
Como si las flores estuvieran situadas en un túmulo...

La muchacha pelirroja recorre sin perder de vista el texto verdes planicies, un aserradero, y bosques oscuros hasta que llega a la casa de la Señora Hammond que tiene tantos hijos como para hacer un equipo de fútbol y tras un serio rifirrafe porque ha llegado tarde,  causado en parte, por los argumentos inteligentes de la joven (Ana, en adelante) y porque también, la señora Hammond la percibe tan abstraída de la realidad, que quema el libro de Ana; el único amigo que la había acompañado a lo largo de su discreto recorrido.
Un comienzo con atisbos quijotescos.
Lucy Maud Montgomery  autora de Ana de las tejas verdes y de sus secuelas, fue una escritora canadiense que vivió a finales del siglo XIX y la primera mitad del XX.
 En varias ocasiones me he imaginado a la autora y a Kevin Sullivan leyendo a Don Quijote en diferentes momentos temporales.
¡Quién sabe!
Mark Twain dijo de Ana lo siguiente: la más querida y encantadora niña de ficción desde la inmortal Alicia.
No comparto del todo esta frase, puestos a comparar, es más interesante Ana, el personaje terrenal de imaginación desbordante que el de la universal y quimérica Alicia.
Para gustos, los colores.
Si el Sr. Twain levantara la cabeza...

Volvamos a la serie.
Sigo en el año 88, en el salón; Mi hermana se va con mi madre y mientras tanto, sigo atenta a la serie.
Después de aquella discusión con la Señora Hammond, viene la fatalidad, y con la fatalidad, se abre un camino de posibilidades y no exento de dificultades e inseguridades para la protagonista.
Ana es una huérfana preadolescente,  adoptada por  Marilla y Mathiew Cuthbert, dos hermanos solterones que han sobrepasado los cincuenta y necesitan un chico para los quehaceres de una granja, situada en la bonita localidad de Avonlea, en la Isla Príncipe Eduardo, próxima a Canadá.
Quiénes hayáis visto la serie o leído el libro, el resto es historia y no seré yo quién la vaya a destripar ahora 😅.

Ahora vamos al grano, al punto de inflexión, el más importante de la novela: cuando Ana golpea con la pizarra a Gilbert y todo porque él se siente ignorado por la chica nueva de la escuela.

¡Eh! ¡Tú! ¡Zanahoria! ¡Zanahoria!
Gilbert es el chico  popular de la clase.
Ana con un complejo de tres pares de narices dado por el color rojo de su cabello...Un complejo que le ha ocasionado más de un quebradero de cabeza. Después de un tirón de cabello y de escuchar reiteradamente la palabra "zanahoria" por parte del chico popular, ella estampa la pizarra de sobremesa en la bella faz del Sr. Blythe.




Y es entonces cuando Gilbert se da cuenta que ella no es como las demás, y Ana, sobrelleva un rencor difícil de contener y que la acompaña gran parte de la trama. Un orgullo permanente que me recuerda vagamente a Elisabeth Bennet.

Obnubilada tras terminar de ver la serie. Años más tarde, mi madre compra la colección completa de libros de Ana de las Tejas Verdes editada por Círculo de Lectores. En aquel verano, uno de los tempranos noventa, los libros son mis amigos. Al finalizar la lectura,  puedo confirmar que la serie es una adaptación, más comercial y un tanto caprichosa del productor.

En esta entrada, me he centrado en la Mini -Serie de 1985, ya que me parece que tiene más encanto y fue la primera que vi. La actual, es una versión más simbólica, para la chavalería de ahora no es cursi, son personajes poco idealizados... Pero puestos a elegir, me quedo con la protagonizada por Megan Follows y Jonathan Crombie.
No me llaméis Kitsch.

Me voy a centrar en Jonathan Crombie.
¿Por qué? Os preguntaréis. Porque le amé hace un tiempo.
Soy humana y amo muchos personajes, pero a Jonathan le amé hace unos años. Amé a la persona y al personaje.
Se supone que no se deben mezclar, pero los lectores y espectadores los mezclamos de manera irracional e inconsciente.
¿Quién puede separar a Vivien Leigh de Escarlata O´Hara? ¿Y a Joan Fontaine de Rebecca?
Pues es lo que pasa con este Gilbert, ha trascendido más allá de mi imaginación.
En ocasiones dispongo de una memoria externa, la cual me ayuda a categorizar los protagonistas y me saca del caos mental. En ella albergo personajes propios y ajenos.
Por ejemplo, mi mente visualiza juntos a Eyre y Rochester, a Fermín de Pas y Álvaro Mesía, a Pedro y Leopoldina...
Gilbert está un poco alejado de David Copperfield y cercano a Laurie (el de Louise Marie Alcott).

Jonathan Crombie fue un destacado actor canadiense. Tras la serie, se centró en el teatro y en la comedia.
Y le amé, pero en el momento menos oportuno.
No le amé cuando su personaje rescató a Ana del puente, tampoco cuando le declaró su amor. No le amé en las breves conversaciones. No amé su furtiva e intensa mirada oscura que se escabullía en la sombra de la duda. Tampoco le amé cuando enfermó gravemente.


Le empecé a amar desde el día que me enteré que el actor falleció. Hace unos tres años.

Ahora, vuelvo a ver la serie con otros ojos... Ojos de madre, de esposa, de la mujer imperfecta que ya no es una chiquilla y que aún recuerda a la niña y a la adolescente que vio y leyó por primera vez  Ana de las Tejas Verdes.
Veo al actor y al personaje, ambos vivos entre imágenes y palabras que perduran en este mundo tan material. La tecnología juega a mi favor, es como si Jonathan se escapara de otra dimensión y una máquina del tiempo nos trasladara a aquella época, sabiendo que aquellos momentos nunca volverán.

El cine y la televisión se han alimentado. La literatura ha sido y sigue siendo la diosa madre del cine.
Y viceversa.

Porque somos las melodías que escuchamos,
los libros que hemos leído.
Somos las personas que hemos conocido
y las películas que hemos visto.
Porque somos un cúmulo de experiencias,
las sensaciones que hemos sentido.
Somos las pinturas que hemos contemplado
y los artistas que hemos estudiado.
Porque somos las danzas que bailamos,
los movimientos acompasados.
Somos las personas que hemos sido
y las que no fuimos.

Los libros, amigos inseparables
Al final, de alguna manera, el escritor se alimenta de otros, es así, es como un círculo, es eterno. La eternidad está en nosotros y en ocasiones no somos capaces de ver su  riqueza que nos toca con sus dedos etéreos en un mundo de falso materialismo y de ansias exacerbadas por encontrar la aprobación en los demás de manera apremiante, sin antes, encontrar la propia. Ambos aspectos (lo eterno y lo superfluo) están en constante contradicción, son conceptos que nos rodean, totalmente opuestos y que se rozan; de ahí que no  podamos percibir lo eterno como algo perdurable y sin embargo, jugamos a construir falsos castillos de naipes sin bases sólidas, inconclusos...
Perdura la verdadera riqueza, lo que está en nosotros, en nuestras ideas realizadas y que son expuestas para compartir y mostrar que siempre fuimos eternos sin pretenderlo. Lo material se escapa delante de nuestros ojos, diluyéndose como la efímera e irrepetible espuma de las olas.

Pero en un mundo tan superficial, dominado por la tontería humana... Es difícil verlo.

Desde aquí, os recomiendo para el verano la lectura de Ana de la Tejas Verdes y sus secuelas. Es una obra maravillosa. Los lectores y escritores aprenderán y disfrutarán de la lectura.

Y a ti, mi valiente, incansable lector/a, te deseo un magnífico verano.

A la memoria de Jonathan Crombie. D.E.P./R.I.P.





martes, 8 de enero de 2019

Carta al Mundo


Esta es la carta que nunca envié.
Los Reyes Magos se marcharon, hasta el año que viene no regresarán de Oriente.
Se llevaron las esperanzas quebradas de muchos. Las ilusiones de los niños mayores que por su situación no se pueden permitir ni siquiera pensar en la existencia de Sus Majestades. Pues  no hay Reyes para todos y no hace falta ir muy lejos para comprobarlo.
Y me he preguntado en vísperas de tal festividad, cómo será la carta de algunas personas que de alguna manera, he visto y estoy conectada a ellas.
¿Qué habrá pedido aquella mujer de cabellos grises y despeinados que lleva en silla de ruedas a su hijo?
¿Qué pedirá un padre o una madre que ha perdido a su hijo?
¿Qué pedirá un niño que vive en la extrema pobreza en un terreno sin dueño?
¿Qué pedirá un adolescente que ve sin pena ni gloria cómo cae su nación, ante una deuda fabricada y que deberá pagar sin consuelo de nadie?
¿Qué pedirá un niño ante la precariedad de sus padres ? ¿Y unos padres ante la enfermedad de un hijo o la suya propia?
¿Qué pedirá una niña que anda sola por la calle mientras su familia la busca con desespero?
¿Qué pedirá el amante al ver cómo indolente, pierde a su amada?
¿Qué pedirán las almas que se han doblegado una y mil veces ante el infortunio que las tocó vivir antes de acabar en el eterno purgatorio?
¿Qué pedirán tu corazón y el mío al ver cómo nos destruimos mientras una pandilla de idiotas nos controlan con sus hilos invisibles sin que sepamos que estamos a su merced y que fueron ellos quienes crearon el conflicto?  Exhiben a sus esbirros en una artificial y descontrolada feria de las vanidades mientras nos entretienen, haciéndonos creer en falsos dioses y tributos, subdividiendo religiones, inventando conflictos que nos destruyen.
Observo silenciosa, desde mi anónima posición cómo las familias se dividen, y mujeres y hombres se enfrentan bajo el frío y trémulo aire del invierno europeo.Y cómo la desconfianza reina por doquier en un mundo que se ha convertido en un anquilosado limbo. 
No hay rumbo fijo, y las generaciones futuras pedirán a Sus Majestades más cordura mental y menos cosas materiales. Pero cuando suceda… será muy tarde para pedir a los Reyes.
El planeta se desmorona como un inmenso puzle, cuyas piezas no encajan tras haber sido separadas y expuestas al caos, provocado por la humanidad en sus más altos estamentos: superflua, irresponsable y en el peor de los casos, psicópata.
Siempre agradecida, a ti lector, el tiempo que dedicaste a leerme a lo largo de mi más que discreta trayectoria literaria; testigo mudo e indeleble de mis preocupaciones, anhelos y silencios.
Lejos de caer en el pesimismo, siempre hay esperanza ante la evidente adversidad, incluso en la más absoluta oscuridad, hay un claro de luz que tintinea, escondido detrás de los desordenados árboles de los bosques más profundos de nuestra conciencia y que quiere ser encontrado para iluminar nuestro camino.
Esta es Mi Carta al Mundo, cuyas Majestades, nunca recibirán de mí.

Os deseo unión, paz y amor, en definitiva, un precioso año 2019.
 Ilustración de Metamórfico La Revolución Silenciosa, Parte I, año 2018.

Todos los derechos reservados. 
Copyright Patricia Bermejo Gallego.